Hará como un par meses, en uno de esos días cuando aún no estaba el toque de queda instaurado en las calles de Barcelona y podías quedar con 2, 3 o 4 amig@s para hacer una cena en casa, con birras hasta las 3 o 4 de la madrugada, poniéndote al día de los últimos 7 meses, de esas amistades cuyas vidas laborables están perjudicadas por esta pandemia global y, aún así, sobrevivimos y nos reímos y pasamos horas de charleta con infinidad de temas… salió este libro a relucir: Cuentos infantiles políticamente correctosde James Finn Garner, que os recomiendo.

Ojalá mi madre me hubiera leído este libro; ojalá los padres lean este libro… ¡¡Es fantástico!!

Contiene un montón de cuentos: Los tres cerditos, Ricitos de oro, Cenicienta, Blancanieves, El príncipe rana y otros tantos. Y por supuesto, ¡Caperucita roja! Cuentos que ya conocemos, al menos los de mi generación; a los millennials no sé que les cuentan XD.

Este último cuento, Caperucita roja, es el que comentamos y relatamos en la cena y yo quedé asombrada porque nunca me hubiera imaginado el cuento de esta manera. Es inteligente y además, totalmente contemporáneo. Me reí lo que no está escrito.
 

Y dice así

«Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja». Por favor, solo con estas 11 palabras quiero saber cómo continúa, ¡¡es genial!! jeje.. Corta edad; ¿¡qué es eso de decir “joven”!?

«Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad». Es la mejor explicación de cómo llamar a las cosas, ¡no es cosa de mujeres! Mi nivel de agudeza se dispara porque esa persona de corta edad todavía no ha iniciado su viaje y ya estoy enganchada al cuento. Brutal, ¿no os parece?

Todos sabéis que Caperucita entra en el bosque y se encuentra con el lobo, bien: «No sé si sabes, querida —dijo el lobo—, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques». Respondió Caperucita: «Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial —en tu caso propia y globalmente válida— que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino». ¡¡Toma ya!!

De niña estoy totalmente segura que hubiera gritado emocionada «¡yo quiero parecerme a Caperucita Roja, Mamá!». Lo sé a ciencia cierta porque de adulta ¡quiero seguir pareciéndome a Caperucita Roja, Mamá!

No os seguiré destripando el cuento, aunque me lo pasaría genial. Aquell@s que me conocen saben bien cómo le pongo ese empeño en relatar una buena historia XD! Sin embargo tiene cada puntazo: «Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse)». Jejejeje, ¡¡divertidísimo!!

Cada cuento que os he nombrado no tiene desperdicio alguno, toca todos los temas actuales, que no son de ahora, no nos engañemos. Pero que las grandes industrias del cine o las políticas sociales nos quieren mantener en un estado de borreguismo tal que es insultante.

Dicho todo esto, dedico este post en especial a mi madre, que no comparte mi vida ya, desde hace más 12 años, y que tuvo que pelear y luchar en mundo tan machista y masculino; y se abrió paso y consiguió ser una mujer de convicciones e independiente.

¡Gracias Mamá, te quiero!

Ilustración de cabecera de  Arthur Rackham
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