¡Hola a todos de nuevo! Después de la introducción que hicimos hace unos días, hoy volvemos con un nuevo artículo de la serie de Inteligencia emocional. Vamos a empezar con una pregunta.
¿Es importante desarrollar nuestra Inteligencia emocional?
Remontémonos a nuestra infancia y a lo que aprendimos entonces. En la escuela aprendemos sobre multitud de temas. Nos enseñan matemáticas, ciencia, lengua, historia, etc. Son cosas que sin duda es importante conocer, pero cuando nos vamos haciendo mayores nos damos cuenta de que en ocasiones nos faltan recursos para enfrentarnos al mundo real.
¿A qué te refieres? Yo creo que nos han preparado muy bien, ¿no?
Vamos a poner un ejemplo:
Imagina que eres una persona con grandes conocimientos científicos, durante años has destacado en tu campo por encima de otros y poco a poco tu nombre empieza a ser conocido por tu trabajo. Un día te invitan a dar una conferencia en un gran evento internacional abarrotado de gente, va a ser el evento que te dé la fama. Se acerca la hora, lo tienes todo listo, pero minutos antes de subir al escenario te llega un mensaje con una mala noticia. “No debería haber mirado el móvil” piensas. Pero ya está hecho. Llega la hora y subes al escenario, y una vez arriba, segundos antes de empezar a hablar ves a todas las personas que hay allí, que te observan, recuerdas ese mensaje, no deja de dar vueltas en tu cabeza impidiéndote pensar en nada más y empiezas a pensar que no podrás hacerlo, tienes miedo de olvidar algún trozo del discurso, y pensar en ello te hace estar aún más nervioso. Tus manos empiezan a sudar, sientes que empiezas a paralizarte y la voz no sale…
Y finalmente no eres capaz de realizar la conferencia.
Tus grandes conocimientos no han sido suficientes para poder dar tu gran conferencia, y probablemente tu nombre, a partir de ahora, venga acompañado del recuerdo de esa conferencia que no pudiste dar. Y será difícil cambiar esto. Lo que aprendiste en la escuela te ayudó a preparar esa conferencia, pero no a darla. Comprender tus emociones y saber gestionarlas te hubiera dado otros recursos para afrontar la situación y seguir adelante. Eso es lo que te enseña la inteligencia emocional. Pero nadie te ha enseñado a usarla.
¿Estamos preparados para enfrentarnos al mundo real?
Estudiamos durante muchos años, la escuela determina nuestro camino, nos guía, nos ayuda para llegar al final, pero una vez acaba nos encontramos solos ante el mundo real, y allí, nos topamos con los problemas de la vida cotidiana. Decidimos qué queremos estudiar y en ocasiones no lo conseguimos, obtenemos un trabajo con el que pagar nuestras facturas y en ocasiones no nos gusta, vemos a nuestros amigos graduarse, conseguir sus metas, casarse, tener hijos… Y en ocasiones nosotros no somos capaces de hacerlo.
Entonces llega la frustración, vemos a personas abatidas al ver lo que han logrado otros y ellos no, decaídas por no encontrar lo que les gusta en lo que hacen, siendo superadas por alguna dificultad que encuentran en su vida o, en el campo que nos atañe, el mundo de la empresa, estresadas por el día a día de su trabajo.
Todo puede empezar con un enfado, una decepción, un sentimiento de tristeza, estrés… Pero si miramos estos sentimientos y decidimos ignorarlos, esta sensación se sigue acumulando dentro de nosotros. Algo que empezó como un estrés sigue creciendo y puede tornarse en ansiedad. Esta ansiedad se acrecienta y nos puede llevar a una depresión…
Comprender nuestras emociones, conocer los sesgos negativos de nuestra mente o cómo funciona nuestro cerebro nos hubiera dado recursos para afrontar la situación y seguir adelante. Pero nadie nos ha enseñado a comprender nuestras emociones.
¿Y cómo podemos salir de este bucle?
Solamente podemos sacarnos de él nosotros mismos. ¿Pero cómo lo vamos a hacer, si nunca nadie nos ha enseñado a manejar nuestras emociones?
Hay algo que probablemente debería incluirse en las escuelas del futuro, algo que nos enseñe a comprender nuestras emociones y cómo funciona nuestro cerebro. Y esto es de lo que habla la Inteligencia emocional, y de ello continuaremos hablando en el próximo artículo de esta serie.
Nos vemos en dos semanas
¡Un saludo! 🙂
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